Lugar de origen: Colombia

        Lugar de Residencia: España

Fuera desde: 1998

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mireya Perea, su historia de exilio por defender a docentes y campesinos

“¿Cómo no descuidar los ámbitos donde me muevo? Estar pendiente del trabajo, de la actividad social, de la familia y de mi misma. ¿No?”
Mireya prepara arepas, huevo y chocolate. El desayuno típico de los hogares colombianos.
"Dios mío, nos toca pedir el asilo porque qué hacemos’. Fue un momento de mucha incertidumbre y bueno echamos a andar.”
“En el afán de centrar la mirada en lo que pasa en el país, en la defensa de los derechos humanos, te olvidas de lo que está más cerca de ti. Y pues luego eso pesa muchísimo. Mis hijos al principio sufrieron bullying en la escuela. Muy fuerte.”
Cada año Mireya intenta cultivar maíz, pero el cultivo nunca resiste el frío del País Vasco.
“Ese hilo de la vida son tus documentos, vas acumulando la historia a través de cosas que luego necesitas para hacer alguna gestión.”

A pesar las constantes adversidades a lo largo de su vida, Mireya se mantiene positiva y continúa siendo defensora de los derechos humanos en Vitoria Gasteiz.


En Sabana de Torres, municipio de Santander, Mireya Perea desarrollaba su activismo. Este territorio era disputado por el Ejército de Liberación Nacional (ELN), las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), grupos paramilitares y efectivos de las Fuerzas Militares.

Las altas temperaturas hacían juego con el infierno que se vivía en Santander por la violencia creciente. Según el antiguo Registro Único de Población Desplazada (RUPD), durante la década de los noventa salieron desplazadas 4.766 personas de Sabana de Torres.

“Los mayores responsables de los crímenes perpetrados en la región durante los años 90 fueron efectivos del Ejército Nacional colombiano y unidades paramilitares” según MOVICE

En 1997, Amnistía Internacional advirtió del aumento de hostigamientos, amenazas y ataques contra organizaciones humanitarias y de derechos humanos, tanto nacionales como internacionales y según un informe de la Organización 

 

Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE),los mayores responsables de los crímenes perpetrados en la región durante los años 90 fueron efectivos del Ejército Nacional colombiano y unidades paramilitares.

Mireya, en estos años, se desempeñaba como co-directora del Comité Regional de Derechos Humanos y educadora en un instituto de Sabana Torres. Como maestra intentó escolarizar a niños que no lo estaban, y como activista denunció la desaparición forzada de campesinos. Por esto recibió constantes amenazas de muerte de grupos paramilitares.

A su esposo, Mario Humberto Calixto, también director del Comité Regional, dos paramilitares lo intentan asesinar el 23 de diciembre de 1997. Esa navidad se impregnó de tristeza. Mireya y su familia tuvieron que huir de Colombia, dejar sus trabajos, a sus amigos y su actividad en el Comité.

“Cuando salimos del municipio donde trabajábamos, no nos trajimos nada. Solamente tres mudas de ropa.

Eran cinco bolsos y cada uno con el suyo, con su ropa y lo más importante: cepillo de dientes y pare de contar.” Recuerda Mireya.

La paz es que el salario te alcance para comer

Hoy, 20 años después, desde su exilio en España, Mireya continúa trabajando con organizaciones defensoras de DDHH a través del Colectivo Bachué, y sigue convencida de que: “La paz no es la carencia o ausencia de guerra. La paz es que el salario te alcance para comer, para pagar servicios y para cubrir tus necesidades básicas. Esto ayuda a que se pueda establecer un clima de tranquilidad, de gozo y de paz.”

Actualmente, la situación de educadores como Mireya no ha cambiado en Colombia. La Unidad Nacional de Protección reporta que hasta junio de 2018, 33 docentes están en riesgo de perder la vida, sin embargo sindicatos regionales de maestros sostienen que la cifra es mucho mayor.

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